Era un jueves de lluvia más dentro del otoño reinante cuando apareció la invitación. “El sábado jugamos (GER) el clásico (Jockey) en el Parque. ¿Querés venir?”, planazo. Además, siempre que llovió paró y de jueves a sábado faltaba una vida.
Pero nada cambió, el compromiso estaba en pie y la lluvia en definitiva solo moja, además de darle un sentido épico a cualquier acción que un humano emprenda. Y allá fuimos.
Nadie duda que el tan vapuleado Servicio Meteorológico está en su mejor momento. Anunciaba lluvia todo el día y así fue, a rajatabla se cumplió. Lluvia intensa desde el medio y sin solución de continuidad.
Sin hacer nombres, el invitado preguntó: “¿Cómo venimos (dando por sabido su fanatismo por el rugby y por GER) para hoy?”. Y la verdad que mucha confianza no había en el ambiente, “ la lluvia suele equilibrar fuerza”, sugirió el periodista devenido en hincha pero con experiencia el fútbol”.
Arrancó el partido, “no te mojes, ¿a dónde vas?”, gritaba una madre a su hijo que mejor de achicarse disfrutaba la lluvia corriendo hacia el lugar destinado para la barra “la mafia mensana”, o algo por el estilo.
Ramiro Picotto con un penal a favor, “no falla nunca, es el mejor pateador de Rosario”, apuró un sabio y exjugador del club. Y esas sentencias no fallan, afuera. “La lluvia es tremenda”, había que justificar.
Mientras el pensamiento de los presentes apuntaba (parafraseando al Bambino Pons) al invitado y el clásico “para qué te traje”.
Sin embargo, con más entusiasmo que técnica, la pelota (o como se llame porque no es redonda) era inmanejable. GER se distanciaba en el marcador, un try de Jerónimo Alonso abrió la puerta de triunfo seguro.
“Viste que es un fenómeno pateando”, sacó pecho el hincha cuando Picotto con 11 puntos no falló nunca más y el 16-13 quedó sellado a fuego (o agua, en este caso).
Seguía lloviendo pero ya nada importaba, GER había ganado el clásico. Carnaval en plena lluvia de otoño. Y la amenaza que no tardaría en llegar. “Ahora tenés que venir siempre”